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miércoles, 2 de marzo de 2011

PENSAMIENTO NACIONAL ETAPA I

INTRODUCCIÓN


Lo prometido es deuda, y como no acostumbro a contraerlas aquí cumplo. El texto que publico a continuación fue extraído del libro Los Profetas del Odio y la Yapa escrito por el inmenso Arturo Jauretche.
La intención de esta nueva etapa en el blog es publicar, entre otros, una seguidilla de escritos que representen el pensamiento nacional. A partir de ahora encontraran autores como Hernadez Arregui, Esteban Echeverría, Norberto Gallaso, José Ingenieros, Leopoldo Lugones y muchos otros. Quiero dejar en claro que algunas de las publicaciones no representan mi línea de pensamiento, pero considero que son esenciales para la formación de la conciencia nacional y procurar un futuro mejor entendiendo el pasado.
La elección de éste pequeño texto fue a razón de considerarlo acorde a las circunstancias actuales, un escrito fácil de entender y sin vueltas como nos acostumbró Jauretche. Explicaciones que son necesarias para entender la gran batalla mediática y que intereses se esconden detrás de los enfrentamientos orales. Decir que desde el oficialismo o de la oposición no existan intereses propios es colocar a la incredulidad como eje central de nuestras decisiones. La idea es reflexionar sobre todo lo que nos rodea, poder distinguir entre uno y otro discurso, de este modo seriamos una sociedad acorde a como el mundo la dispone. Sin ultrajes ni manipulaciones debemos conducir como pueblo el destino de nuestro país con cordura, y con una profunda tolerancia.
Espero que sirva de motivación, para que usted lector, recuerde que poseemos un gran andamiaje cultural que nos ha distinguido entre muchos de los países que se consideran desarrollados.

LA SANGRE DERRAMADA NO SERA NEGOCIADA!!

Camilo Díaz.-




LOS MEDIOS DE INFORMACIÓN Y DE OPINION

En una sociedad pequeña donde los hombres y los hechos se conocen por un contacto más o menos directo, la formación de las ideas y los juicios puede estar influida por el prestigio de sus difusores, pero la posibilidad de una versión directa de los hechos y la dificultad de formar artificiosamente los prestigios-donde todos se conocen-, limitan la posibilidad de errores extrínsecos.
Se hace posible allí la elaboración de ideas y juicios y la apreciación de los hechos con independencia del aparato técnico de información. Entonces el error frecuente es el error de juicio-error intrínseco- por falla en el razonamiento, pero no el característico de la sociedad moderna: el mejor razonamiento, pero sobre la base de los elementos de juicio deformados. Mala cosa es que el juez se equivoque porque ignora la ley o no tiene para capacidad para aplicarla, pero peor que la conozca y tenga capacidad intrínseca para juzgar, pero que estén alterados los elementos de juicio contenidos en el expediente en cuyas constancias funda la sentencia. En el primer caso se tratará de incapacidad o mala fe personal; en el segundo la capacidad y la buena fe del juez se encuentran ante la posibilidad de manifestarse justicieramente. En el primer caso la justicia estará en riesgo; en el segundo es imposible.
Así la sentencia de Sócrates, en la reducida sociedad ateniense, es un error de juicio que se refiere exclusivamente a las actitudes morales e intelectuales de los juzgadores. En la sociedad moderna el juzgador puede razonar mejor que los atenienses, pero de nada le valdrá su mejor razonar, si los elementos para el juicio están desfigurados.
La instrucción publica generalizada, y la existencia de los medios modernos de comunicación han sido propicios al desarrollo de las aptitudes de la opinión pública por la mayor información y ejercitación del juicio; así teóricamente se compensarían los inconvenientes de la dificultad del cotejo directo con los hechos y el acceso a la múltiple variedad de ideas. Pero sucede en esto como en ciertas verdades de la ciencia económica, como por ejemplo con la ley de la oferta y la demanda: teóricamente el precio está regido por la relación entre esos dos extremos, pero prácticamente el precio depende en gran parte del hecho de que la oferta puede ser regulada en cuanto se ponen de acuerdo los que la hacen, pues nos movemos en un mundo de intereses , y de intereses inteligentes, que pueden ponerse de acuerdo en el mercado creando la escasez o la abundancia artificialmente ; de aquí resulta que el precio no esta regido por las leyes naturales de la economía sino por los vendedores que la condicionan frente a los consumidores aislados, también hombres, pero dispersos e incapacitados para organizarse desde su lado del mostrador, como pueden hacerlo los otros. Además los consumidores están constreñidos por la necesidad de satisfacer urgentes necesidades que les impiden privarse, siquiera momentáneamente, de los elementos de la oferta. Igual ocurre en el campo social en la comparación entre el lock-out patronal y la huelga. En abstracto la situación es la misma- ambos se abstienen de cumplir sus funciones- pero en la practica el concierto patronal que importa el primero no es tan apremiante, en la postergación impuesta a la producción, como en el segundo, que importan la privación de recursos elementales e imprescindibles para la subsistencia.
No es mi propósito ahora referirme a lo económico sino establecer una analogía entre las libertades económicas y las libertades teóricas de los medios de difusión. Así el ejemplo económico que traído al caso es una verdad de Perogrullo, pero usted lector vera muy excepcionalmente que los medios de difusión digan ésta perogrullada; está entre los que se ocultan para brindar una imagen de la libertad abstracta, mostrando sus excelencias y ocultando su falta de correspondencia con la libertad concreta, que es la que a usted le interesa, pues se refiere al hecho cotidiano que usted debe ventilar todos los días en su “mercado” al satisfacer sus necesidades de consumo. Así el caso económico tomado para una analogía, se convierte en un ejemplo concreto de cómo funciona el aparato que provee las ideas y la información. Porque los medios de información y la difusión de ideas están gobernadas, como los precios de mercado y son también mercaderías.
La prensa nos dice todos los días que su libertad imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana, y nos propone sus beneficios por oposición a los sistemas que las restringen por medio del estatismo. Pero nos oculta la naturaleza de esa libertad, tan restrictiva como la del estado, aunque mas hipócrita, porque el libre acceso a la libre información no implica la libre discusión ni la honesta difusión, ya que ese libre acceso se condiciona a los intereses de los grupos dominantes que dan la version y la difunden. La diferencia entre la información “libre” y la estatal es la que va de la estafa, que obtiene su participación voluntaria engañándolo sobre la naturaleza de la operación, al robo con su imposición violenta.
Raúl Scalabrini Ortiz me contó que fue compañero de Colegio Nacional con Gainza Paz, -el famoso periodista a titulo hereditario- y que éste se jactaba del cuidado que su tío Ezequiel Paz ponía en no tener intereses vinculados a sectores económicos del país, para ser independiente. No era ganadero, ni propietario inmobiliario, ni industrial, ni financiero local. Pero desgraciadamente La Prensa producía mucho dinero y la fortuna de su propietario era cada vez mas grande, lo que exigía colocarla. Esta podía ser colocada, suponía Scalabrini, en títulos de la deuda belga, en acciones petroleras externas, en acciones de alguna gran agencia informativa, y así resultaba que el honrado prurito de don Ezequiel lo colocaba, por sus intereses internacionales, en peor situación que si hubiese tenido intereses locales. No es posible saber hacia dónde fluían los recursos proporcionados por el gran diario, pero de todos modos, el remedio era peor que la enfermedad porque se sustraían al progreso del país y se vinculaban a fuerzas mucho mas peligrosas que las internas. De tal modo la independencia teórica siempre quede condicionada, y a peores intereses.
Pero existe además el avisador del que se hablara mas adelante.


ARTURO JAURETCHE-LOS PROFETAS DEL ODIO Y LA YAPA

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