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martes, 15 de marzo de 2011

EL CURA REVOLUCIONARIO

Camilo Torres Restrepo 1929-1966

Pensaba publicar la biografia completa del sacerdote colombiano, pero pensé que seria mejor analizar y compartir la obra de uno de los clerigos mas destacados en los ultimos años del siglo XX.
Dejo en claro que no soy catolico ni tampoco practico religion alguna, no creo en dios, creo en el hombre como principio de todo. Asumo que no es momento oportuno para profundizar mis ideas existieron hombres capaces de prolifererar mejores y mas efectivas las suyas.
En Camilo encuentró la teoria llevada a la practica, entiendo el actual problema colombiano, comprendo el mal que genera dia a dia el capitalismo enemigo declarado de la especie humana.

LA SANGRE DERRAMADA NO SERA NEGOCIADA!!

Hasta pronto!!

Camilo Diaz.-

Camilo Torres Restrepo Presbítero católico colombiano, prototipo del cura guerrillero y pionero de la teología de la liberación, este sacerdote fue adalid de esa estrategia triunfante que permitió a la Iglesia de Roma neutralizar en América los componentes materialistas y ateos de la izquierda revolucionaria de quinta generación, mediante la infiltración y el empeño en «bautizar» hasta el guevarismo, en los años previos a la descomposición final de la Unión Soviética, asegurando así la continuidad y el vigor de la presencia cristiana y católica en las democracias capitalistas hispanoamericanas tras el freno a la expansión de la «revolución latinoamericana». Como algunos revolucionarios marxistas vieron en Camilo Torres un táctico compañero de viaje, no es de extrañar que todavía hoy cierta izquierda extravagante le guarde alta consideración, reconocimiento que no se ha hecho público aún dentro de la propia organización clerical a la que sirvió (que ni siquiera le tiene abierta causa de beatificación).


Mensaje a los campesinos

Frente Unido

De acuerdo con los censos la población campesina ha disminuido. Sin embargo, en ellas se considera que la población que vive en los centros de más de 1.500 habitantes es población urbana. En la realidad eso no es así. Podemos decir que la mayoría de la población colombiana es población rural.

Además de la cantidad, la más importante es que el ma­yor aporte al ingreso nacional lo hacen los campesinos. El 90% de las exportaciones son agrícolas (café, banana, tabaco. azúcar). Sin agricultura no tendríamos forma de importar maquinas ni la comida que nos falta. Desgracia­damente el aporte de los campesinos, como todo en ese sistema, no sirve sino para unos pocos. Los que manejan las federaciones (de cafetaleros, de algodoneros, la United Fruit, de bananeros, de tabacaleros, etc.) y los que manejan los bancos (especialmente el Banco de la Repúb1ica) concentran todas las ganancias. Las ganancias que apro­vecha el gobierno se emplean en 1o que éste llama "fun­cionamiento", es decir, en pagar empleados (que se han duplicado para conservar la paridad) y para comprar ar­mas viejas, para matar a los campesinos que han dada el dinero para comprarlas.

El contraste entre la importancia económica y social de los campesinos y el trato que reciben del presente siste­ma es manifiestamente escandaloso. La violencia ha sido principalmente campesina. El gobierno fue el iniciador de la violencia, desde 1947 es el que la produjo con la policía primero y con el ejército después, desde 1948.

Los oligarcas liberales pagaban a los campesinos libera­les y los oligarcas conservadores pagaban a las campesi­nos conservadores para que los campesinos se mataran entre sí. A los oligarcas no les hicieron ni un rasguño. Cuando la oligarquía no necesita mas de ellos, los decla­ró bandoleros, los "cazó como a fieras" y luego, cuando los asesinó, publicó las fotos de sus cadáveres en la pri­mera página en la gran prensa haciendo alarde del triunfo obtenido en nombre de la paz, la justicia y la legalidad.

Esa violencia gubernamental y financiada par las oligar­quías después enseño muchas cosas a los campesinos: les enseñó a reconocer en la oligarquía a su verdadero enemiga. Les enseño a huir primero. Defenderse después y les enseño a atacar para obtener lo que las oligarquías obtenían con la violencia: fincas, cosechas, ganado, po­der. Estas cosas no se las daba el sistema. Todo lo contrario, los salarios más bajos, el menor número de escuelas, las peores viviendas, las menores posibilidades de progresar, las tienen los campesinos.

Cuando acabaron con los cabecillas notorios quedaban zonas campesinas controladas por los mismos agriculto­res.

La política represiva de los Estados Unidos impuesta a sus gobernantes, los gobernantes colombianos, no podía permitir zonas "sospechosas" aunque fueran pacíficas. El ejército necesitaba aumentar su importancia, para mostrar que era necesaria y aumentar su presupuesto.

El gobierno dice que los campesinos iniciaron la violencia. Los campesinos dicen que fue el gobierno. En Fran­cia, intelectuales de todas las corrientes después de haber investigado dicen que los campesinos tienen la razón.

Yo quiero retar al gobierno para que pida, si se atreve, una comisión investigadora a las Naciones Unidas, constituida por países neutrales (por ejemplo Egipto, India y Chile) para que juzguen los casos de Marquetalia. Pato. Guayabero y Río Chiquito.

Sabemos que la similitud del desembarco de los marines en Santo Domingo son los desembarcos del ejército Colombiano dirigidos por la misión militar norteamericana en las "repúblicas independientes".

Estos desembarcos continuaran. Ayer en Río Chiquito, mañana Sumapaz, pasado mañana el Ariari y los llanos. El ejército empieza con la acción cívico-militar y acaba con los bombardeos, empieza sacando muelas y acaba metiendo bala. Los campesinos ya saben que los militares llevan una mano adelante con el pan y otra atrás con el puñal. La "república dependiente" de Colombia seguirá obedeciendo a los norteamericanos para que destruya a sangre y fuego las otras repúblicas de colombianos independientes. Así lo ha decretado la Cámara norteameri­cana. Nuestros campesinos, ya saben a que atenerse. Ya saben para qué se tienen que preparar. Ellos no se lanzan a una aventura pero no rehuyen la lucha. Ya la oligar­quía con el estado de sitio, ha sacado al pueblo de las plazas públicas. Ya lo persigue con ametral1adora en re­cintos cerrados como en Medellín. Cuando nos haga la vida imposible en la ciudad, tenemos que ir al campo. Y del campo no podremos botarnos al mar. Allí tendremos que resistir. Para eso debe prepararse el campesino. Or­ganizando ahora los comandos del Frente Unido con grupos de 5 a de 10. Purificando las zonas de traidores a la causa del pueblo. Haciendo depósitos de comida y de ropa. Preparándose para esa lucha prolongada. No dejándose provocar, ni presentar resistencia cuando las condiciones sean desfavorables para el pueblo.

La oligarquía seguirá reafirmando a los campesinos en su convencimiento de que tienen que apoyar a las fuerzas revolucionarias. ¿Por qué no han acabado con la guerrilla de Simacota? Únicamente por el apoyo de los campesi­nos.

Cuando la oligarquía no deje otro camino, los campesi­nos tendrán que darnos el refugio a los revolucionarios, a los obreros y estudiantes.

Por el momento deben unificarse y organizarse para recibirnos con el fin de emprender la larga lucha final.

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